En los últimos tiempos ha surgido un nuevo acrónimo que inunda todos los grandes titulares sobre educación en general, y sobre tecnología educativa en particular: PLE, cuyas iniciales significan Personal Learning Enviroment. De esos Entornos Personales de Aprendizaje surge un cambio que se emite desde focos concretos y generalizados, una luz que nutre los matices de la Web 2.0.
Bajo este concepto, surgen infinidad de opiniones. Algunos creen que esta nueva invención implica un futuro de aprendizaje sin escuelas. Otros creemos, y digo creemos porque en este pensamiento me incluyo yo misma, que es un complemento a lo que hoy día se hace en las aulas y que se incluye a la escuela de forma ineludible a la educación como proceso inherente y permanente en las personas. Lo que es evidente es que los PLEs van más allá de la propia tecnología, y suponen cambios profundos en nuestras prácticas educativas habituales, personales y colectivas.
Así, aunque haya múltiples acepciones sobre este término, podemos considerar que es un PLE, y en ámbitos educativos, es definido como un sistema informático en el que el alumno es capaz de fijar sus propios objetivos, escoger los contenidos y las herramientas con las que va a trabajar, y le permite fijar su propio ritmo de aprendizaje.
Tras lo visto en la sesión de clase en la que tratamos este concepto, merece la pena resaltar que, bajo mi punto de vista, sólo se puede generar aprendizaje con un PLE en edades maduras, en las que las personas que hagan uso de este nuevo término tengan muy claro la finalidad con la que van a usarlo. Y creo que en la ESO es prácticamente impensable que este hecho se produzca con eficacia (pongo este dato por lo que debatimos en clase), bien sea por la madurez o por la falta de formación en esas edades tan tempranas (hablando en términos formales). Podríamos hablar de un uso eficiente de las PLEs, en personas con una amplia formación académica; a partir de Bachillerato se podría empezar a barajar esta idea, pero, bajo mi punto de vista, antes no.
Bajo este concepto, surgen infinidad de opiniones. Algunos creen que esta nueva invención implica un futuro de aprendizaje sin escuelas. Otros creemos, y digo creemos porque en este pensamiento me incluyo yo misma, que es un complemento a lo que hoy día se hace en las aulas y que se incluye a la escuela de forma ineludible a la educación como proceso inherente y permanente en las personas. Lo que es evidente es que los PLEs van más allá de la propia tecnología, y suponen cambios profundos en nuestras prácticas educativas habituales, personales y colectivas.
Así, aunque haya múltiples acepciones sobre este término, podemos considerar que es un PLE, y en ámbitos educativos, es definido como un sistema informático en el que el alumno es capaz de fijar sus propios objetivos, escoger los contenidos y las herramientas con las que va a trabajar, y le permite fijar su propio ritmo de aprendizaje.
Tras lo visto en la sesión de clase en la que tratamos este concepto, merece la pena resaltar que, bajo mi punto de vista, sólo se puede generar aprendizaje con un PLE en edades maduras, en las que las personas que hagan uso de este nuevo término tengan muy claro la finalidad con la que van a usarlo. Y creo que en la ESO es prácticamente impensable que este hecho se produzca con eficacia (pongo este dato por lo que debatimos en clase), bien sea por la madurez o por la falta de formación en esas edades tan tempranas (hablando en términos formales). Podríamos hablar de un uso eficiente de las PLEs, en personas con una amplia formación académica; a partir de Bachillerato se podría empezar a barajar esta idea, pero, bajo mi punto de vista, antes no.